SACRAMENTAL RECONOCIDO POR LA IGLESIA CATÓLICA
CON GRAN PODER DE EXORCISMO
eficacia extraordinaria en el combate
contra el demonio y sus manifestaciones; en la defensa contra maleficios de
todo género, contra enfermedades, especialmente las contagiosas, contra
picaduras de serpientes y otros animales ponzoñosos; en la protección de
animales domésticos, vehículos, etc.
Repetidas veces aprobada y alabada por los
Papas, la medalla de San Benito, que une a la fuerza exorcizante de la Santa
Cruz del Redentor –la señal de nuestra salvación– el recuerdo de los méritos
alcanzados por la santidad eximia del gran Patriarca San Benito, es sin duda
muy indicada para los fieles católicos.
LA IMAGEN DE LA CRUZ REPRESENTADA EN LA MEDALLA
Basta al cristiano considerar brevemente
la virtud soberana de la Cruz de Jesucristo, para comprender la dignidad de una
medalla en la cual está representada.
La representación de la Cruz despierta en nosotros
todos los sentimientos de gratitud para con Dios, por el beneficio de nuestra
salvación.
La Cruz causa terror a los espíritus
malignos, que siempre retroceden ante ella, y apenas la ven se apresuran en
soltar su presa y huir. Así pues, nuestra medalla, que representa en primer
lugar la imagen de la Cruz, está en perfecta armonía con la piedad cristiana, y
ya sólo por este motivo es digna del mayor respeto.
LA IMAGEN DE SAN BENITO REPRESENTADA EN LA MEDALLA
La honra de figurar en la misma medalla junto
con la imagen de la Santa Cruz fue concedida a San Benito con la finalidad de
indicar la eficacia que tuvo en sus manos esta señal sagrada. San Gregorio
Magno, que escribió la vida del Santo Patriarca, nos lo representa disipando
con la señal de la Cruz sus propias tentaciones, y quebrando con la misma señal
hecha sobre una bebida envenenada, el cáliz que la contenía, quedando así
patente el perverso designio de los que habían osado atentar contra su vida.
Cuando el espíritu maligno, para aterrorizar a los monjes, les hace ver el
Monasterio de Montecasino en llamas, San Benito desvanece ese prodigio
diabólico haciendo la misma señal de la Pasión del Salvador sobre las llamas
fantásticas. Cuando sus discípulos andan interiormente agitados por las sugestiones
del tentador, les indica como remedio trazar sobre el corazón la imagen de la
Cruz. Por todo ello, es lícito concluir que era muy conveniente reunir en una
sola medalla la imagen del santo Patriarca y la de la Cruz del Salvador.
Esto queda aún más claro al considerar que
los dos grandes discípulos del siervo de Dios, San Plácido y San Mauro, cuando
realizaban sus frecuentes milagros tenían la costumbre de invocar junto con el
auxilio de la Santa Cruz, el nombre de su santo Fundador, y así consagraron,
desde el principio, la piadosa costumbre expresada más tarde por la
medalla.
LOS CARACTERES QUE SE LEEN EN LA MEDALLA
Además de las imágenes de la Cruz y de San
Benito, la medalla trae también cierto número de letras , cada una de las
cuales representa una palabra latina. Las diversas palabras reunidas tienen un
sentido que manifiesta la intención de la medalla: expresar las relaciones que
existen entre el santo Patriarca Benito y la Santa Cruz; y al mismo tiempo, poner
al alcance de los fieles un medio eficaz de emplear la virtud de la Santa Cruz
contra los espíritus malignos.
Esas letras misteriosas se encuentran
dispuestas en la cara de la medalla en que está representada la santa Cruz.
Examinemos, en primer lugar, las cuatro colocadas entre los brazos de dicha
Cruz:
C
S
P
B
Significan: Cruz Sancti Patris
Benedicto; en castellano, Cruz del Santo Padre Benito. Esas palabras explican
el fin de la medalla.
En la línea vertical de la Cruz se lee:
C
S
S
M
L
Lo que quiere decir: Cruz sacra sit mihi lux; en castellano, La Cruz sagrada sea mi
luz.
En la línea horizontal de la misma Cruz,
se lee:
N. D. S. M. D.
Lo que significa: Non draco sit mihi dux; en castellano, No sea el dragón mi guía.
Reuniendo esas dos líneas se forma un
verso pentámetro, mediante el cual el cristiano expresa su confianza en la
Santa Cruz, y su resistencia al yugo que el demonio querría imponerle.
Alrededor de la medalla existe una
inscripción más extensa, que presenta en primer lugar el santísimo nombre de
Jesús, expresado por el monograma bien conocido: I. H. S.(En el modelo más
conocido de la Medalla de San Benito el monograma I. H. S. fue reemplazado por
el lema benedictino PAX; en castellano, Paz). Vienen después, de
derecha a izquierda, las siguientes letras:
V. R. S. N. S. M. V. S.
M. Q. L. I. V. B.
Estas iniciales representan los dos versos
siguientes:
Vade retro satana;
nuncuam suade mihi vana
Sunt mala quae libas;
ipse venena bibas.
En castellano: Apártate, satanás; nunca me aconsejes tus vanidades, la bebida que ofreces
es el mal: bebe tú mismo tus venenos.
Tales palabras se supone que fueron dichas
por San Benito: las del primer verso, con ocasión de la tentación que sintió y
de la cual triunfó haciendo la señal de la Cruz; las del segundo verso, en el
momento en que sus enemigos le presentaron una bebida mortífera, hecho que puso
al descubierto bendiciendo con la señal de la vida el cáliz que la contenía.
El cristiano puede utilizar estas palabras
cuantas veces fuere asaltado por tentaciones e insultos del enemigo invisible
de nuestra salvación. El mismo Jesucristo Nuestro Señor santificó las palabras Vade retro, satana –Apártate, satanás– y su valor es
cierto, una vez que el propio Evangelio nos lo asegura. Las vanidades que el
demonio nos aconseja son las desobediencias a la ley de Dios, las pompas
y falsas máximas del mundo. La bebida que el ángel de las tinieblas nos
presenta es el pecado, que da muerte al alma. En vez de aceptarla, devolvámosle
tan funesto presente, ya que él mismo lo escogió como herencia suya.
Basta que alguien pronuncie con fe tales
palabras, para sentirse inmediatamente con fuerzas para arrostrar todas las
embestidas del infierno. Aun cuando no conociéramos los hechos que demuestran
hasta qué punto satanás teme esa medalla, la simple consideración de lo que
representa y expresa, bastaría para que la consideráramos una de las más
poderosas armas que la bondad de Dios puso a nuestro alcance contra la malicia
diabólica.
USO DE LA MEDALLA DE SAN BENITO
No ignoramos que en este siglo mucha gente
considera que el demonio es más bien un ser imaginario y no real; y así, puede
parecer extraño que se acuñe y se bendiga una medalla, empleada como protección
contra los ataques del espíritu maligno. Sin embargo, las sagradas Escrituras
nos ofrecen innumerables pasajes que dan una idea del poder y la actividad de
los demonios, así como de los peligros de alma y cuerpo a que estamos
continuamente expuestos por efectos de sus celadas. Para aniquilar su poder no
basta ignorar a los demonios y sonreír cuando se oye hablar de sus operaciones.
No por eso dejará de continuar el aire siempre lleno de legiones de espíritus
de malicia, conforme enseña San Pablo; y si Dios no nos protegiese, aunque casi
siempre sin que lo sintamos, por el ministerio de los Santos Ángeles, sería
para nosotros imposible evitar las innumerables celadas de estos enemigos de
toda criatura de Dios.
Ahora bien, el poder de la Santa Cruz
contra satanás y sus legiones es tal, que la podemos considerar un escudo
invencible que nos hace invulnerables a sus flechas.
Concluimos entonces cuán ventajoso resulta
emplear con fe la medalla de San Benito en las ocasiones en que más temamos los
embustes del enemigo. Su protección, no lo dudemos, será eficaz contra todo
tipo de tentaciones. Numerosos e innegables hechos señalaron su poderoso
auxilio en miles de circunstancias en las cuales, o por acción espontánea de
satanás, o por efecto de algún maleficio, los fieles estaban a punto de
sucumbir ante un peligro inminente. Podremos igualmente emplearlo a favor de
otros, como medio de preservación o de liberación, en previsión de los peligros
que deban afrontar.
A menudo nos amenazan accidentes
imprevistos, en tierra o en mar; si llenos de fe llevamos con nosotros la
medalla, seremos protegidos. No hay circunstancias de la vida humana, por más
materiales que fueren, en que ya no se haya manifestado por su intermedio, la
virtud de la Santa Cruz y el poder de San Benito. Así, espíritus malignos, en
su odio contra el hombre, embisten contra los animales empleados en su
servicio, contra los alimentos que deben sustentar la vida; su intervención
maléfica es muchas veces la causa de las enfermedades que padecemos; ahora
bien, prueba la experiencia que el uso religioso de la medalla, acompañado por
la oración, opera muchas veces el cese de las celadas satánicas, y un notable
alivio en las enfermedades, y a veces hasta una curación completa.
Bendición de la Medalla
de San Benito
Con relación a la fórmula aprobada para la
bendición de la medalla, es de rigor; y no basta con hacer la simple señal de
la Cruz, normalmente utilizada para aplicar indulgencias a las medallas, cruces
y rosarios.
La falta de una bendición no siempre fácil
de obtener, no debe, sin embargo, impedir a los fieles depositar su confianza
en un objeto tan respetable. Es indudable que ese objeto es más digno de
consideración cuando está enriquecido con las bendiciones cuya fuente es la
Iglesia, y cuando se abre el tesoro de las indulgencias en favor de quien lleva
la medalla; pero no debe olvidarse que antes de ser objeto de tan alta
distinción por parte de la Santa Sede, numerosas gracias habían sido obtenidas
por su intermedio. La virtud de la medalla es inherente al signo de la cruz con
la que está marcada y a la efigie de San Benito que nos atrae su protección. El
santo Nombre de Jesús, las palabras empleadas por el Salvador para rechazar a
satanás, el recuerdo de las victorias alcanzadas por San Benito sobre este
espíritu maligno, son otros tantos poderosos conjuros frente a los cuales es de
esperar que éste retrocederá, si los utilizamos con fe.
Juzgamos, pues, nuestro deber recomendar a
los fieles que hagan todos los esfuerzos necesarios para obtener la bendición
de las medallas; pero si les resulta imposible recurrir a los sacerdotes que
las bendicen, igualmente los exhortamos a poner su confianza en la Santa Cruz y
en San Benito.
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