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CUARTA HORA De las 8 a las 9 de la noche. LAS 24 HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO CON LAS REFLEXIONES. Revelación de Jesús a Luisa Picareta.

 

LAS 24 HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO CON LAS REFLEXIONES.

Revelación de Jesús a Luisa Picareta.

CUARTA HORA De las 8 a las 9 de la noche. 

PREPARACIÓN ANTES DE CADA MEDITACIÓN 

Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia, suplico a tu amorosísimo corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las 24 horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de cruz.

 

Ah, dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la hora…

 

Y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante todas las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes, o a dormir. 

Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar.

 

  La Cena Eucarística.

 Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza sobre tu corazón empiezo: 

Dulce amor mío, incontentable siempre en tu amor, veo que al terminar la cena legal te levantas de la mesa y junto con tus amados discípulos elevas el himno de agradecimiento al Padre por haberles dado el alimento, queriendo reparar con esto todas las faltas de agradecimiento de las criaturas por los tantos medios como nos das para la conservación de la vida corporal.

 Por eso Tú, oh Jesús, en lo que haces, tocas o ves, tienes siempre en tus labios las palabras: 

«¡Gracias te sean dadas, oh Padre!»

 También yo, oh Jesús, unida contigo tomo las palabras de tus labios y diré siempre y en todo: 

“Gracias por mí y por todos”, para continuar la reparación por las faltas de agradecimiento. 

Lavatorio de los pies 

Pero, oh mi Jesús, parece que tu amor no tiene reposo, veo que de nuevo haces sentarse a tus amados discípulos, tomas una palangana con agua, te ciñes una blanca toalla y te postras a los pies de los apóstoles, en un acto tan humilde que te atrae la mirada de todo el Cielo y lo hace permanecer estático, los mismos apóstoles se quedan casi sin movimiento al verte postrado a sus pies. 

Pero dime amor mío, ¿qué quieres? ¿Qué pretendes con este acto tan humilde, humildad jamás vista y que jamás se verá? 

«¡Ah hija mía, quiero todas las almas, y postrado ante ellas como un pobre mendigo, las pido, las urjo, y llorando tramo mis insidias de amor para tenerlas! Quiero, postrado a sus pies, con esta agua mezclada con mis lágrimas lavarlas de cualquier imperfección y prepararlas a recibirme en el sacramento.

 Me importa tanto este acto de recibirme en la Eucaristía, que no quiero confiar este oficio ni a los ángeles, ni siquiera a mi amada Mamá, sino que Yo mismo quiero purificarlas, aun las fibras más íntimas, para disponerlas a recibir el fruto del sacramento, y en los apóstoles era mi intención preparar a todas las almas. 

Intento reparar todas las obras santas y la administración de los sacramentos, sobre todo hechas por sacerdotes con espíritu de soberbia, vacías de espíritu divino y de desinterés.

 ¡Ah, cuántas obras buenas me llegan más para deshonrarme que para darme honor! ¡Más para amargarme que para complacerme! ¡Más para darme muerte que para darme vida! Éstas son las ofensas que más me afligen. Ah, sí hija mía, numera todas las ofensas más íntimas que se me hacen y repárame con mis mismas reparaciones, consuela mi corazón amargado». 

¡Oh mi afligido bien, hago mía tu vida y junto contigo intento reparar todas estas ofensas! Quiero entrar en los más íntimos escondites de tu corazón divino y reparar con tu mismo corazón las ofensas más íntimas y secretas que recibes de tus más amados, y junto contigo quiero girar en todas las almas que te deben recibir en la Eucaristía, y entrar en sus corazones, y junto a tus manos pongo las mías para purificarlas. 

Ah, Jesús, con estas tus lágrimas y esta agua con las cuales lavaste los pies de los apóstoles, lavemos a las almas que te deben recibir, purifiquemos sus corazones, incendiémoslos, sacudamos de ellos el polvo con el cual están manchados, a fin de que recibiéndote, Tú puedas encontrar en ellas tus complacencias en vez de tus amarguras. 

Pero, afectuoso bien mío, mientras estás atento a lavar los pies de los apóstoles, te miro y veo que otro dolor traspasa tu corazón santísimo. 

Estos apóstoles representan a todos los futuros hijos de la Iglesia, y cada uno de ellos representa la serie de cada uno de tus dolores: 

en uno las debilidades; en otro los engaños; 

en otro las hipocresías; en otro el amor desmedido a los intereses; 

en San Pedro, la falla a los buenos propósitos y todas las ofensas de los jefes de la Iglesia; 

en San Juan, las ofensas de tus más fieles; 

en Judas todos los apóstatas, con toda la serie de los graves males causados por ellos.

 ¡Ah! Tu corazón está sofocado por el dolor y por el amor, tanto, que no pudiendo resistir te detienes a los pies de cada apóstol y rompes en llanto, y ruegas y reparas por cada una de estas ofensas, e imploras y consigues para todos el remedio oportuno. 

Jesús mío, también yo me uno a Ti, hago mías tus plegarias, tus reparaciones, tus oportunos remedios para cada alma. 

Quiero mezclar mis lágrimas a las tuyas, a fin de que jamás estés solo, sino que siempre me tengas contigo para dividir tus penas. 

Veo, dulce amor mío, que ya estás a los pies de Judas, oigo tu respiro afanoso, veo que no sólo lloras, sino que sollozas, y mientras lavas aquellos pies, los besas, te los estrechas al corazón, y no pudiendo hablar porque tu voz está ahogada por el llanto, lo miras con tus ojos hinchados por el llanto y le dices con el corazón: 

«Hijo mío, ah, te ruego con la voz de mis lágrimas: ¡No te vayas al infierno, dame tu alma que postrado a tus pies te pido! Di, ¿qué quieres? ¿Qué pretendes? Todo te daré con tal de que no te pierdas. ¡Ah, evítame este dolor, a Mí, tu Dios!» 

Y te estrechas de nuevo esos pies a tu corazón, pero viendo la dureza de Judas, tu corazón se ve en apuros, el amor te sofoca y estás a punto de desfallecer. 

Corazón mío y vida mía, permíteme que te sostenga entre mis brazos. Comprendo que éstas son las estratagemas amorosas que usas con cada pecador obstinado, y yo te ruego, oh Jesús, mientras te compadezco y te doy reparación por las ofensas que recibes de las almas que se obstinan en no quererse convertir, que me permitas recorrer junto contigo la tierra, y donde estén los pecadores obstinados démosles tus lágrimas para ablandarlos, tus besos y tus abrazos de amor para encadenarlos a Ti, de manera que no te puedan huir, y así consolarte por el dolor de la pérdida de Judas. 

 

La institución de la santísima Eucaristía 

Jesús mío, gozo y delicia mía, veo que tu amor corre, y rápidamente corre, te levantas, doliente como estás, y casi corres a la mesa donde está ya preparado el pan y el vino para la consagración. 

Te veo, corazón mío, que tomas un aspecto todo nuevo y nunca antes visto, tu divina Persona toma un aspecto tierno, amoroso, afectuoso, tus ojos resplandecen de luz, más que si fueran soles; tu rostro encendido resplandece; tus labios sonrientes, abrasados de amor; y tus manos creadoras se ponen en actitud de crear. 

Te veo, amor mío, todo transformado, parece como si tu Divinidad se desbordara fuera de tu Humanidad.

 Corazón mío y vida mía, Jesús, este aspecto tuyo jamás visto llama la atención de todos los apóstoles, ellos son presa de un dulce encanto y no se atreven ni siquiera a respirar. 

La dulce Mamá corre en espíritu a los pies del altar para contemplar los portentos de tu amor; los ángeles descienden del Cielo y se preguntan entre ellos: 

«¿Qué sucede? ¿Qué pasa?» ¡Son verdaderas locuras, verdaderos excesos! 

¡Un Dios que crea, no el cielo o la tierra, sino a Sí mismo! 

¿Y dónde? 

¡Dentro de la materia vilísima de un poco de pan y un poco de vino! 

Pero mientras están todos en torno a Ti, oh amor insaciable, veo que tomas el pan entre las manos, lo ofreces al Padre y oigo tu voz dulcísima que dice: 

«Padre Santo, gracias te sean dadas, pues siempre escuchas a tu Hijo. 

Padre Santo, concurre conmigo, Tú un día me enviaste del Cielo a la tierra a encarnarme en el seno de mi Mamá para venir a salvar a nuestros hijos, ahora permíteme que me encarne en cada una de las hostias para continuar su salvación y ser vida de cada uno de mis hijos. 

Mira, oh Padre, pocas horas me quedan de vida, ¿cómo tendré corazón para dejar solos y huérfanos a mis hijos? Son muchos sus enemigos, las tinieblas, las pasiones, las debilidades a que están sujetos, ¿quién los ayudará? ¡Ah, te suplico que Yo permanezca en cada hostia para ser vida de cada uno y poner en fuga a sus enemigos, y ser su luz, fuerza y ayuda, de otra manera, ¿a dónde irán? ¿Quién los ayudará? Nuestras obras son eternas, mi amor es irresistible, no puedo ni quiero dejar a mis hijos».

 El Padre se enternece ante la voz tierna y afectuosa del Hijo, y desciende del Cielo. 

Está ya sobre el altar y unido con el Espíritu Santo para concurrir con el Hijo. 

Y Jesús con voz sonora y conmovedora pronuncia las palabras de la consagración, y sin dejarse a Si mismo, crea a Si mismo en aquel pan y en aquel vino.

 Después te das en comunión a tus apóstoles, y creo que nuestra celestial Mamá no quedó privada de recibirte. 

¡Ah Jesús, los cielos se postran, y todos te mandan un acto de adoración en tu nuevo estado de tan profundo aniquilamiento! 

Pero, oh dulce Jesús, mientras tu amor queda contentado y satisfecho no teniendo otra cosa qué hacer, veo, oh mi bien, sobre este altar, en tus manos, todas las hostias consagradas que se perpetuarán hasta el fin de los siglos, y en cada una de las hostias desplegada toda tu dolorosa Pasión, porque las criaturas, a los excesos de tu amor, corresponderán con excesos de ingratitud y de enormes delitos, y yo, corazón de mi corazón, quiero encontrarme siempre contigo en cada uno de los tabernáculos, en todos los copones y en cada una de las hostias consagradas que habrá hasta el fin del mundo, para ofrecerte mis actos de reparación a medida que recibes las ofensas. 

Por eso corazón mío, me pongo cerca de Ti y te beso la frente majestuosa, pero mientras te beso siento en mis labios los pinchazos de las espinas que circundan tu cabeza. 

Oh mi Jesús, en esta hostia santa no te limitan las espinas como en la Pasión, veo que las criaturas vienen a tu presencia y en vez de darte el homenaje de sus pensamientos, te mandan sus pensamientos malos, y Tú de nuevo bajas la cabeza como en la Pasión para recibir las espinas de los malos pensamientos que se hacen en tu presencia. 

Oh mi amor, junto contigo la abajo también yo para dividir contigo tus penas, y pongo todos mis pensamientos en tu mente para quitar estas espinas que tanto te hacen sufrir, y cada pensamiento mío corra en cada pensamiento tuyo para hacerte el acto de reparación por cada pensamiento malo y así endulzar tus afligidos pensamientos. 

Jesús mío, bien mío, beso tus bellos ojos, te veo en esta hostia santa, con estos ojos amorosos, en acto de esperar a todos aquellos que vienen a tu presencia para mirarlos con tus miradas de amor, para tener la correspondencia de sus miradas amorosas, pero cuántos vienen a tu presencia y en vez de mirarte a Ti y buscarte a Ti, miran cosas que los distraen de Ti, y te privan del gusto del intercambio de las miradas entre Tú y ellos, y Tú lloras, y por eso, besándote, siento mis labios bañados por tus lágrimas. 

Ah, mi Jesús, no llores, quiero poner mis ojos en los tuyos para compartir estas tus penas y llorar contigo, y repararte por todas las miradas distraídas de las criaturas con ofrecerte mis miradas y tenerlas siempre fijas en Ti. 

Jesús mío, amor mío, beso tus santísimos oídos, ah, te veo atento para escuchar lo que las criaturas quieren de Ti, para consolarlas, pero ellas, en cambio, te hacen llegar a los oídos oraciones mal hechas, llenas de desconfianza, oraciones hechas más por costumbre y sin vida, y tus oídos en esta hostia santa son molestados más que en la misma Pasión. 

Oh mi Jesús, quiero tomar todas las armonías del Cielo y ponerlas en tus oídos para repararte estas penas, y quiero poner mis oídos en los tuyos, no sólo para compartir contigo esta pena, sino para estar siempre atenta a lo que quieres, a lo que sufres, para poner pronto mi acto de reparación y consolarte. 

Jesús, vida mía, beso tu santísimo rostro, lo veo ensangrentado, lívido e hinchado.

 Las criaturas, oh Jesús, vienen ante esta hostia santa, y con sus posturas indecentes, con sus conversaciones malas que hacen delante a Ti, en vez de darte honor te dan bofetadas y salivazos, y Tú, como en la Pasión, con toda paz y paciencia los recibes, y todo soportas. 

Oh Jesús, quiero poner mi rostro junto al tuyo, no sólo para acariciarte y besarte conforme te llegan estas bofetadas y quitarte los salivazos, sino que quiero fundir mi rostro en el tuyo para dividir contigo estas penas, también quiero hacer de mi ser tantos diminutos pedacitos para ponerlos ante Ti como tantas estatuas arrodilladas continuamente, para repararte por todos los deshonores que te hacen en tu presencia.

 Jesús, mi todo, beso tu dulcísima boca. 

Ah, veo que al descender en los corazones de las criaturas, el primer apoyo que Tú haces es sobre la lengua. 

¡Oh, cómo quedas amargado encontrando muchas lenguas mordaces, impuras, malas!

 ¡Ah! Tú te sientes atormentar por esas lenguas, y peor aún cuando desciendes a sus corazones.

 ¡Oh Jesús, si fuera posible quisiera encontrarme en la boca de cada una de las criaturas para endulzarte y repararte cualquier ofensa que recibas de ellas!

 Fatigado bien mío, beso tu santísimo cuello, te veo cansado, agotado y todo ocupado en tu trabajo de amor, dime ¿qué haces? Y Jesús: 

«Hija mía, Yo en esta hostia trabajo desde la mañana hasta la noche formando continuas cadenas de amor, a fin de que conforme las almas vienen a Mí, Yo las hago encontrar pronta mi cadena de amor para encadenarlas a mi corazón; ¿pero sabes tú qué me hacen ellas a cambio? Muchas toman a mal estas mis cadenas, y por la fuerza se liberan de ellas y las hacen pedazos, y como estas cadenas están atadas a mi corazón, Yo quedo torturado y doy en delirio; al romper mis cadenas tiran al vacío mi trabajo que hago en el Sacramento, y buscan las cadenas de las criaturas, y esto lo hacen aun en mi presencia, sirviéndose de Mí para lograr sus intentos. 

Esto me da tanto dolor que me da una fiebre tan violenta que me hace desfallecer y delirar». 

Prisionero de amor, Tú estás no sólo aprisionado sino también encadenado, y con ansia febril estás esperando los corazones de las criaturas para descender en ellos y salir de tu prisión, y con las cadenas que te ataban encadenar sus almas a tu amor. 

Pero con sumo dolor ves que vienen ante Ti con un aire indiferente, sin premuras por recibirte; otras de hecho no te reciben; y otras, si te reciben, sus corazones están atados por otros amores y llenos de vicios, como si Tú fueras despreciable, y Tú, vida mía, estás obligado a salir de estos corazones encadenado como entraste, porque no te han dado la libertad de hacerse atar, y han cambiado tus ansias en llanto. 

Jesús mío, permíteme que enjugue tus lágrimas y te tranquilice el llanto con mi amor, y para repararte te ofrezco las ansias y suspiros, los deseos ardientes que te han dado todos los santos que han existido y existirán, los de tu Mamá y el mismo amor del Padre y del Espíritu Santo, y yo haciendo mío este amor, quiero ponerme a las puertas del tabernáculo para hacerte las reparaciones y gritar detrás a las almas que quisieran recibirte para hacerte llorar, ‘te amo’, y tantas veces intento repetir estos actos de reparación, por cuantos contentos das a todos los santos, y por cuantos movimientos contiene la santísima Trinidad. 

Coronada Mamá, te beso el corazón y te pido que custodies mis afectos, mis deseos, mis latidos, mis pensamientos, y que los pongas como lámparas a la puerta de los tabernáculos para cortejar a Jesús. ¡Cuánto te compadezco, oh Jesús! Tu amor es puesto en aprietos, ¡ah! te ruego, para consolarte por las ofensas que recibes y para repararte por tus cadenas que son hechas pedazos, que encadenes mi corazón con todas estas cadenas para poder darte por todos mi correspondencia de amor. Jesús mío, flechero divino, beso tu pecho. Es tal y tanto el fuego que él contiene, que para dar un poco de desahogo a tus llamas que se elevan tan alto, Tú, queriendo hacer un descanso en tu trabajo, quieres jugar en el Sacramento, y tu juego es formar flechas, dardos, saetas, a fin de que cuando vengan ante Ti, Tú te pongas a jugar con las criaturas, haciendo salir de tu pecho tus flechas para flecharlas, y cuando las reciben Tú haces fiesta y formas tu juego, pero muchas, oh Jesús, te las rechazan, enviándote en correspondencia flechas de frialdad, dardos de tibieza y saetas de ingratitud; y Tú quedas tan afligido por esto, que lloras porque las criaturas te hacen fracasar en tu juego de amor. 

Oh Jesús, he aquí mi pecho dispuesto a recibir no sólo tus flechas destinadas para mí, sino también aquellas que te rechazan los demás, y así no quedarás más frustrado en tus juegos, y quiero también repararte por las frialdades, las tibiezas y las ingratitudes que recibes.

 Oh Jesús, beso tu mano izquierda y quiero reparar por todos los tocamientos ilícitos y no santos hechos en tu presencia, y te ruego que con esta mano me tengas siempre estrechada a tu corazón. 

Oh Jesús, beso tu mano derecha, e intento reparar todos los sacrilegios, especialmente las misas malamente celebradas.

 ¡Cuántas veces, amor mío Tú eres obligado a descender del Cielo a las manos de los sacerdotes, que en virtud de su potestad te llaman, y encuentras esas manos llenas de fango, que chorrean inmundicia, y Tú, aunque sientes náusea de esas manos te ves obligado por tu amor a permanecer en ellas! Es más, en algunos sacerdotes, Tú encuentras en ellos a los sacerdotes de tu Pasión, que con sus enormes delitos y sacrilegios renuevan el deicidio. ¡Jesús mío, me da espanto el sólo pensarlo! Y otra vez, como en la Pasión, te estás en aquellas manos indignas, como manso corderito, esperando de nuevo tu muerte. ¡Oh Jesús, cuánto sufres, Tú quisieras una mano amorosa para liberarte de esas manos sanguinarias! Ah, te ruego que cuando te encuentres en esas manos me llames para estar presente, y para repararte quiero cubrirte con la pureza de los ángeles, perfumarte con tus virtudes para disminuir el hedor de aquellas manos y mi corazón como consuelo y refugio, y mientras estés en mí yo te rogaré por los sacerdotes, para que sean dignos ministros tuyos, y no pongan en peligro tu vida sacramental.

 Oh Jesús, beso tu pie izquierdo, y quiero repararte por quienes te reciben por rutina y sin las debidas disposiciones. 

 

Oh Jesús, beso tu pie derecho, y quiero repararte por aquellos que te reciben para ultrajarte. 

Ah, te ruego que cuando se atrevan a hacer esto, renueves el milagro cuando Longinos te traspasó el corazón con la lanza, y al flujo de aquella sangre que brotó, tocándole los ojos lo convertiste y lo sanaste, y así, a tu toque sacramental, conviertas las ofensas en amor. 

 

Oh Jesús, beso tu corazón, contra el cual se hacen todas las ofensas, y yo intento repararte de todo, y por todos darte una correspondencia de amor, y siempre junto contigo compartir tus penas. 

Ah, te ruego celestial flechero de amor, si alguna ofensa huye a mi reparación, aprisióname en tu corazón y en tu Voluntad, a fin de que nada se me escape. 

 

Rogaré a la dulce Mamá que me tenga alerta, y junto con Ella te repararemos todo y por todos, juntas te besaremos, y haciéndonos tu defensa alejaremos de Ti las olas de las amarguras que recibes de las criaturas. 

Ah Jesús, recuerda que también yo soy una pobre encarcelada, es verdad que tu cárcel es más estrecha, cual es el breve giro de una hostia, por eso enciérrame en tu corazón, y con las cadenas de tu amor no solo aprisióname, sino ata uno por uno mis pensamientos, mis afectos, mis deseos, átame las manos y los pies a tu corazón para que yo no tenga otras manos y otros pies que los tuyos. 

Así que, amor mío, mi cárcel será tu corazón, las cadenas el amor, las puertas que me impedirán salir será tu santísima Voluntad, tus llamas serán mi alimento, tu respiro será el mío, así que no veré más que llamas, no tocaré sino fuego, que me darán vida y muerte, como la que sufres Tú en la hostia, y así te daré mi vida; y mientras yo quedaré aprisionada en Ti, Tú quedarás libre en mí. 

¿No ha sido éste tu intento al encarcelarte en la hostia, el ser desencarcelado por las almas que te reciben, tomando vida en ellas? 

Por eso, en señal de amor bendíceme y dame un beso, yo te abrazo y permanezco en Ti. 

 

Pero, oh dulce corazón mío, veo que después de que has instituido el santísimo Sacramento y que has visto las enormes ingratitudes y ofensas de las criaturas, si bien quedas herido y amargado, no te haces para atrás, es más, quieres ahogarlo todo en la inmensidad de tu amor; veo que instruyes a tus apóstoles, y después agregas que lo que has hecho Tú lo deben hacer ellos también, dándoles potestad de consagrar, y de tal manera los ordenas sacerdotes e instituyes este otro sacramento. 

 

Así que, oh Jesús, en todo piensas y todo reparas, las predicaciones mal hechas, los sacramentos administrados y recibidos sin disposiciones, y por eso, sin efectos; las vocaciones equivocadas de los sacerdotes, por parte de ellos como por parte de quien los ordena, no usando todos los medios para conocer las verdaderas vocaciones. 

Nada se te escapa, oh Jesús, y yo quiero seguirte y reparar todas estas ofensas.

 Después de que has dado cumplimiento a todo, en compañía de tus apóstoles te encaminas al huerto de Getsemaní para dar principio a tu dolorosa Pasión. 

Te seguiré en todo, para hacerte fiel compañía.  

 

 Reflexiones de la Cuarta Hora (8 PM) 4-183 Marzo 12, 1903.

 Lamentos. Jesús habla de su vida y de la Eucaristía

Encontrándome en mi habitual estado, me veía sola y abandonada, entonces, después de haber esperado mucho se ha hecho ver en mi interior, y yo le he dicho: 

“Dulce vida mía, cómo me has dejado sola, cuando Tú me pusiste en este estado todo fue unión, y todo lo concertábamos juntos, y con dulce fuerza me atrajiste toda a Ti.

 ¡Oh! cómo se ha cambiado la escena, no sólo me has abandonado, no sólo no me haces ninguna fuerza para tenerme en aquel estado, sino que estoy obligada a hacerte una continua fuerza para no salir de este estado, y este forzarte es para mí un continuo morir”. 

Y Él me ha dicho: 

“Hija mía, lo mismo sucedió cuando en el consistorio de la Sacrosanta Trinidad se decretó el misterio de la Encarnación para salvar al género humano, y Yo unido con su Voluntad acepté y me ofrecí víctima por el hombre; todo fue unión entre las Tres Divinas Personas y todo fue planeado juntos, pero cuando me puse a la obra llegó un momento, especialmente cuando me encontré en el ambiente de las penas, de los oprobios, cargado de todas las maldades de las criaturas, que me quedé solo y abandonado por todos, hasta por mi amado Padre; y no sólo esto, sino que así, cargado de todas las penas como estaba, debía forzar al Omnipotente que aceptara y que me hiciera continuar mi sacrificio por la salvación de todo el género humano, presente, pasado y futuro. 

Y esto lo obtuve. El sacrificio dura aún, el esfuerzo es continuo, si bien esfuerzo todo de amor, ¿y quieres saber dónde y cómo? 

En el sacramento de la Eucaristía, en él el sacrificio es continuo, perpetuo, es la fuerza que hago al Padre para que use misericordia con las criaturas y con las almas para obtener su amor, y me encuentro en continuo contraste de morir continuamente, si bien todas muertes de amor. Entonces, ¿no estás contenta de que te haga partícipe de los períodos de mi misma vida?”

111-111 Noviembre 13, 1915.

 Necesidad de Jesús de comulgarse a Sí mismo antes de darse a los demás. 

Cómo debe el alma ofrecer la Comunión. 

 

Después de haber recibido la Santa Comuniónpensaba para mí cómo debía ofrecerla para complacer a Jesús

Y Él, siempre benigno, me dijo:

 

 “Hija mía, si quieres agradarme, ofrécela como la ofreció mi misma Humanidad. 

Yo, antes de darme en comunión a los demás, me comulgué a Mí mismo, y quise hacer esto para dar al Padre la gloria completa de todas las Comuniones de las criaturas, para encerrar en Mí todas las reparaciones de todos los sacrilegios, de todas las ofensas que habría de recibir en el Sacramento. Mi Humanidad, encerrando la Voluntad Divina, encerraba todas las reparaciones de todos los tiempos, y recibiéndome a Mí mismo, me recibía dignamente; y como todas las obras de las criaturas fueron divinizadas por mi Humanidad, así también quise sellar con mi comunión las comuniones de las criaturas; de otra manera, ¿cómo podía la criatura recibir a un Dios? Fue mi Humanidad la que abrió esta puerta a las criaturas y les mereció recibirme a Mí mismo. 

Ahora tú hija mía, recíbela en mi Voluntad, únete a mi Humanidad y así encerrarás todo y Yo encontraré en ti las reparaciones de todos, la retribución de todo y mi complacencia, más bien encontraré otra vez a Mí mismo en ti”.

 

Efectos de la comunión en la Divina Voluntad

 

Esta mañana recibí la comunión como Jesús me había enseñado, esto es, unida con su Humanidad, Divinidad y Voluntad suya, y Jesús se hizo ver y yo lo besé y lo estreché a mi corazón, y Él devolviéndome el beso y el abrazo, me dijo: 

Hija mía, ¡cómo estoy contento de que hayas venido a recibirme unida con mi Humanidad, mi Divinidad y mi Voluntad! Me has renovado todo el contento que sentí al recibirme en comunión a Mí mismo, y mientras tú me besabas y me abrazabas, estando en ti todo Yo mismo, contenías todas las criaturas, y Yo sentía darme el beso de todas, los abrazos de todas, porque ésta era tu voluntad, igual que fue la mía al recibirme en la comunión, rehacer al Padre por todo el amor de las criaturas y a pesar de que muchos no lo amarían, y el Padre se rehacía en Mí del amor de todas las criaturas, y Yo me rehago en ti del amor de todas las criaturas, y habiendo encontrado en mi Voluntad quien me ama, me repara, etc., a nombre de todas, porque en mi Voluntad no hay cosa que el alma no pueda darme, me siento amar a las criaturas a pesar de que me ofendan, y voy inventando estratagemas de amor en torno a los corazones más duros para convertirlos. Sólo por amor de estas almas que hacen todo en mi Querer, Yo me siento como encadenado y raptado y les concedo los prodigios de las más grandes conversiones”. 

 

12-24 Octubre 23, 1917 

Primer acto que hizo Jesús al recibirse Sacramentado. 

Esta mañana, después de haber recibido al bendito Jesús estaba diciéndole: 

“Vida mía Jesús, dime, ¿cuál fue el primer acto que hiciste cuando te recibiste a Ti mismo Sacramentalmente”. 

Y Jesús: 

Hija mía, el primer acto que hice fue el de multiplicar mi Vida en tantas Vidas mías por cuantas criaturas puedan existir en el mundo, a fin de que cada una tuviera una Vida mía únicamente para ella, que continuamente reza, agradece, da satisfacción, ama, por ella sola, como también multiplicaba mis penas por cada alma, como si por ella sola sufriera y no por otros. 

En aquel momento supremo de recibirme a Mí mismo, Yo me daba a todos, y a sufrir en cada uno de los corazones mi Pasión, para poder sojuzgar los corazones por vía de penas y de amor, y dándoles todo lo mío divino, venía a tomar el dominio de todos. 

Pero, ¡ay de Mí! mi amor quedó desilusionado por muchos y espero con ansia los corazones amantes, que recibiéndome se unan Conmigo para multiplicarse en todos, deseando y queriendo lo que quiero Yo, para tomar al menos de ellos lo que no me dan los otros, y para recibir el contento de tenerlos conforme a mi deseo y a mi Voluntad. 

Por eso hija mía, cuando me recibas haz lo que hice Yo, y Yo tendré el contento de que al menos seamos dos que queremos la misma cosa”.

 Pero mientras esto decía, Jesús estaba muy afligido, y yo le he dicho:

 “Jesús, ¿qué tienes que estás tan afligido?”

 “¡Ay, ay, cuantos males como torrente impetuosa inundarán los países, cuántos males, cuántos males! Italia está atravesando horas tristes, tristísimas.

 Estréchense más a Mí, estén de acuerdo entre ustedes, rueguen a fin de que los males no sean peores”.

 Y yo: 

“¡Ah! mi Jesús, ¿qué será de mi país?

 No será que ya no me quieres como antes, porque queriéndome Tú perdonabas en algo los castigos”.

 Y Él casi llorando: 

No es verdad, te quiero bien”. 

 12-66 Octubre 24, 1918 El alma debe revestirse de Jesús para recibirlo Sacramentado.

 Estaba preparándome para recibir a mi dulce Jesús en el sacramento y le pedía que cubriera Él mi gran miseria, y Jesús me ha dicho: 

Hija, para hacer que la criatura pudiera tener todos los medios necesarios para recibirme, quise instituir este sacramento al final de mi Vida, para poder alinear en torno a cada hostia toda mi Vida, como preparativo para cada una de las criaturas que me habría de recibir. 

La criatura jamás podría recibirme si no tuviera a un Dios que preparara todo, que movido solamente por exceso de amor por quererse dar a la criatura, y no pudiendo ésta recibirme, ese mismo exceso me llevara a dar toda mi Vida para prepararla, así que ponía todos mis pasos, mis obras, mi amor, delante de los suyos, y como en Mí estaba también mi Pasión, ponía también mis penas para prepararla. 

Así que revístete de Mí, cúbrete con cada uno de mis actos y ven”. 

Después me he lamentado con Jesús porque ya no me hacía sufrir como antes, y Él ha agregado: 

“Hija mía, Yo no miro tanto el sufrir, sino la buena voluntad del alma y el amor con el que sufre, por eso el más pequeño sufrimiento se hace grande, las naderías toman vida en el todo y adquieran valor, y el no sufrir es más fuerte que el mismo sufrir. 

¡Qué dulce violencia es para Mí ver a una criatura que quiere sufrir por amor mío! Qué me importa a Mí que no sufra, cuando veo que el no sufrir le es un clavo más doloroso que el mismo sufrir; en cambio, la no buena voluntad, las cosas forzadas y sin amor, por cuanto grandes, son pequeñas; Yo no las miro, más bien me son de peso”. 

 

14-16 Marzo 24, 1922 Quien vive en la Divina Voluntad, con sus actos suplirá a la multiplicación de la Vida Sacramental de Jesús. 

 Continuando mi habitual estado, mi siempre amable Jesús al venir me ha dicho: 

“Hija mía, conforme el alma hace sus actos en mi Querer, así multiplica mi Vida, de manera que si hace diez actos en mi Voluntad, diez veces me multiplica; si hace veinte, cien, mil, o aún más, tantas veces de más quedo multiplicado. 

Sucede como en la Consagración Sacramental, cuantas hostias ponen, tantas veces quedo multiplicado, la diferencia que hay es que en la Consagración Sacramental tengo necesidad de las hostias para multiplicarme y del sacerdote que me consagre.

 En mi Voluntad para quedar multiplicado, tengo necesidad de los actos de la criatura, donde más que hostia viva, no muerta como las hostias antes de Consagrarme, mi Voluntad me Consagra y me encierra en el acto de la criatura, y Yo quedo multiplicado en cada acto suyo hecho en mi Voluntad, por eso mi amor tiene su desahogo completo con las almas que hacen mi Voluntad y viven en mi Querer, son siempre ellas las que suplen no sólo a todos los actos que me deben las criaturas, sino a mi misma Vida Sacramental. 

Cuántas veces queda obstaculizada mi Vida Sacramental en las pocas hostias en las que Yo quedo consagrado, porque son pocos los que comulgan, otras veces faltan sacerdotes que me consagren, y mi Vida Sacramental no sólo no queda multiplicada cuanto quisiera, sino que queda sin existencia. 

¡Oh! cómo sufre por ello mi amor, quisiera multiplicar mi Vida todos los días en tantas hostias por cuantas criaturas existen para darme a ellas, pero en vano espero, mi Voluntad queda sin efecto. 

Pero lo que he decidido, todo tendrá cumplimiento, por eso tomo otro camino y me multiplico en cada acto de la criatura hecho en mi Querer, para hacerme suplir a la multiplicación de las Vidas Sacramentales. 

Ah, sí, sólo las almas que vivan en mi Querer suplirán a todas las comuniones que no reciben las criaturas, a todas las consagraciones que no son hechas por los sacerdotes; en ellas encontraré todo, aun la misma multiplicación de mi Vida Sacramental. 

Por eso te repito que tu misión es grande, a misión más alta, más noble, sublime y divina no podría escogerte, no hay cosa que no concentraré en ti, aun la multiplicación de mi Vida, haré nuevos prodigios de gracia jamás hechos hasta ahora; por eso te pido, sé atenta, seme fiel, haz que mi Voluntad tenga vida siempre en ti, y Yo en mi mismo Querer en ti, encontraré toda completada la obra de la Creación, con mis plenos derechos, y todo lo que quiero”. 

 

 14-40 Julio 6, 1922 Quien vive en la Divina Voluntad es depositaria de la Vida Sacramental de Jesús.

 …Después de esto he continuado con las demás horas de la Pasión, y mientras seguía la cena eucarística, mi dulce Jesús se movió en mi interior y con la punta de su dedo ha tocado fuerte en mi interior, tanto que lo he oído con mis oídos y he dicho entre mí: 

“¿Qué querrá Jesús que llama?” 

Y Él llamándome me ha dicho: 

“No bastaba tocar para hacerme oír, sino también llamarte para ser escuchado. Escucha hija mía, mientras instituía la cena Eucarística llamé a todos en torno a Mí, miré todas las generaciones, del primero al último hombre, para dar a todos mi Vida Sacramental, y no una vez, sino tantas veces por cuantas veces tiene necesidad del alimento corporal. 

Yo quería constituirme como alimento del alma, pero me encontré muy mal al ver que esta mi Vida Sacramental quedaba rodeada por desprecios, por descuidos y aun por muerte despiadada. Me sentí mal, sentí todas las congojas de la muerte de mi Vida Sacramental tan dolorosa y repetida; pero miré mejor, hice uso de la potencia de mi Querer y llamé en torno a Mí a las almas que habrían vivido en mi Querer, ¡oh! ¡Cómo me sentía feliz! Me sentía rodeado por estas almas a las cuales la potencia de mi Voluntad las tenía como abismadas, y que como centro de su vida estaba mi Querer; vi en ellas mi inmensidad y me encontré bien defendido por todas, y a ellas confié mi Vida Sacramental, la deposité en ellas para que no sólo me cuidaran sino que me correspondieran por cada hostia Consagrada con una vida de ellas, y esto sucede como connatural, porque mi Vida Sacramental está animada por mi Voluntad eterna, y la vida de estas almas tiene como centro de vida mi Querer, así que cuando se forma mi Vida Sacramental, mi Querer obrante en Mí obra en ellas y Yo siento su vida en mi Vida Sacramental, se multiplican Conmigo en cada una de las hostias, y Yo siento que me dan vida por vida.

 ¡Oh, cómo exulté al verte a ti como primera, que en modo especial te llamé a formar vida en mi Querer!

 Hice en ti mi primer depósito de todas mis Vidas Sacramentales, te confié a la potencia y a la inmensidad del Querer Supremoa fin de que te hicieran capaz de recibir este depósito, y desde entonces tú estabas presente a Mí y te constituí depositaria de mi Vida Sacramental, y en ti a todas las demás almas que habrían vivido en mi Querer. 

Te di el primado sobre todo, y con razón, porque mi Querer no está puesto por debajo de ninguno, aun sobre los apóstoles, sobre los sacerdotes, porque si bien ellos me Consagran pero no quedan vida junto Conmigo, más bien me dejan solo, olvidado, no teniendo cuidado de Mí; en cambio esas almas habrían sido vida en mi misma Vida, inseparables de Mí, por eso te amo tanto, es a mi mismo Querer que amo en ti”.

 15-12 Marzo 27, 1923 

Dolores de la Vida Sacramental de Jesús. 

Gracias con las cuales nos previene para recibirlo.

 Habiendo recibido la comunión, mi dulce Jesús se ha hecho ver, y yo apenas lo he visto me he arrojado a sus pies para besarlos y estrecharme toda a Él. 

Y Jesús extendiéndome la mano me ha dicho: 

"Hija mía, ven entre mis brazos y hasta dentro de mi corazón, me he cubierto de los velos Eucarísticos para no infundir temor, he descendido en el abismo más profundo de las humillaciones en este Sacramento para elevar a la criatura hasta Mí, fundiéndola tanto en Mí de formar una sola cosa Conmigo, y con hacer correr mi sangre sacramental en sus venas constituirme vida de su latido, de su pensamiento y de todo su ser. 

Mi amor me devoraba y quería devorar a la criatura en mis llamas para hacerla renacer como otro Yo, por eso quise esconderme bajo estos velos eucarísticos, y así escondido entrar en ella para formar esta transformación de la criatura en Mí; pero para que suceda esta transformación se necesitaban las disposiciones por parte de las criaturas, y mi amor llegando al exceso, mientras instituía el Sacramento Eucarístico, así ponía fuera de dentro de mi Divinidad otras gracias, dones, favores, luz para bien del hombre, para volverlo digno de poderme recibir; podría decir que puse fuera tanto bien de sobrepasar los dones de la Creación, quise darle primero las gracias para recibirme, y después darme para darle el verdadero fruto de mi Vida Sacramental. 

Pero para preparar con estos dones a las almas, se necesita un poco de vacío de ellas mismas, de odio a la culpa, de deseo de recibirme; estos dones no descienden en la podredumbre, en el fango, por tanto sin mis dones no tienen las verdaderas disposiciones para recibirme, y Yo descendiendo en ellas no encuentro el vacío para comunicar mi Vida, estoy como muerto para ellas, y ellas muertas para Mí; Yo ardo y ellas no sienten mis llamas, soy luz y ellas quedan más cegadas. 

¡Ay de Mí! cuántos dolores en mi Vida Sacramental, muchas por falta de disposiciones, no sintiendo nada de bien en el recibirme, llegan a nausearme, y si continúan recibiéndome es para formar mi continuo calvario y su eterna condenación, si no es el amor lo que las lleva a recibirme, es una afrenta de más que me hacen, es una culpa de más que agregan a sus almas. 

Por eso reza y repara por los tantos abusos y sacrilegios que se hacen al recibirme Sacramentado".

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Prodigios, maravillas, excesos de amor de Jesús al instituir el Santísimo Sacramento y comulgarse a Sí mismo. 

 Me sentía toda absorbida en la Santísima Voluntad de Dios, y el bendito Jesús me hacía presentes, como en acto, todos los actos de su Vida sobre la tierra, y como lo había recibido sacramentado en mi pobre corazón, me hacía ver como en acto, en su Santísimo Querer, cuando mi dulce Jesús instituyendo el Santísimo Sacramento se comulgó a Sí mismo. 

Cuántas maravillas, cuántos prodigios, cuántos excesos de amor en este comulgarse a Sí mismo, mi mente se perdía en tantos prodigios divinos, y mi siempre amable Jesús me ha dicho: 

"Hija querida de mi Supremo Querer, mi Voluntad contiene todo, conserva todas las obras divinas como en acto y nada deja escapar, y a quien en Ella vive quiere hacerle conocer los bienes que contiene. 

Por eso quiero hacerte conocer la causa por la que quise recibirme a Mí mismo al instituir el Santísimo Sacramento. 

El prodigio era grande e incomprensible a la mente humana: 

recibir la criatura a un Hombre y Dios, encerrar en el ser finito el infinito, y a este Ser infinito darle los honores divinos, el decoro, la habitación digna de Él, era tan profundo e incomprensible este misterio, que los mismos apóstoles, mientras creyeron con facilidad en la Encarnación y en tantos otros misterios, delante a éste quedaron turbados y su inteligencia se resistía a creer, y se necesitó hablarles repetidamente para rendirlos; entonces, ¿cómo hacer? Yo que lo instituía debía pensar en todo, porque mientras la criatura debía recibirme, a la Divinidad no debían faltarle los honores, el decoro divino, la habitación digna de Dios. 

Por eso hija mía, mientras instituía el Santísimo Sacramento, mi Voluntad eterna unida a mi voluntad humana me hizo presentes todas las hostias que hasta el fin de los siglos debían recibir la Consagración Sacramental, y Yo una por una las miré, las consumí, y vi mi Vida Sacramental palpitante en cada hostia porque quería darse a las criaturas. 

Mi Humanidad, a nombre de toda la familia humana tomó el empeño por todos y dio la habitación en Sí misma a cada hostia, y mi Divinidad, que era inseparable de Mí, circundó cada hostia sacramental con honores, alabanzas y bendiciones divinas para hacer digno decoro a mi Majestad, así que cada hostia sacramental fue depositada en Mí y contiene la habitación de mi Humanidad y el cortejo de los honores de mi Divinidad; de otra manera, ¿cómo podía descender en la criatura? 

Y fue sólo por esto que toleré los sacrilegios, las frialdades, las irreverencias, las ingratitudes, porque habiéndome recibido a Mí mismo puse a salvo mi decoro, los honores, la habitación que se necesitaba a mi misma persona. 

Si no me hubiera recibido a Mí mismo, Yo no habría podido descender en ella, y a ella le habría faltado el camino, la puerta, los medios para recibirme. 

Así es mi costumbre en todas mis obras, las hago una vez para dar vida a todas las demás veces que se repetirán, uniéndolas al primer acto como si fuera un acto solo, así que la potencia, la inmensidad, la Omnividencia de mi Voluntad me hicieron abrazar todos los siglos, me hicieron presentes todos los comulgantes y todas las hostias sacramentales, y me recibí otras tantas veces a Mí mismo, para hacer pasar por Mí a Mí mismo en cada criatura. 

¿Quién ha pensado jamás en tanto amor mío, que para descender en los corazones de las criaturas, Yo debía recibirme a Mí mismo para poner a salvo los derechos divinos, y poder dar a ellas no sólo a Mí mismo, sino también los mismos actos que Yo hice al recibirme, para disponerlas y darles casi el derecho de poderme recibir?" 

Yo he quedado maravillada y como si quisiera dudar, y Jesús ha agregado: 

"¿Por qué dudas? ¿No es acaso éste el obrar de Dios? ¿Y de este acto solo formar tantos actos por cuantos se quiera disfrutar, mientras que es un solo acto?

 ¿No fue lo mismo para el acto de la Encarnación, de mi Vida y de mi Pasión?

 Una sola vez me Encarné, una fue mi Vida, una la Pasión, sin embargo, esta Encarnación, Vida y Pasión son para todos y para cada uno, como si fuera para él solo, así que están aún como en acto y para cada uno, como si ahora me estuviera Encarnando y sufriendo mi Pasión, si no fuera así no obraría como Dios, sino como criatura, que no conteniendo un poder divino no puede hacerse de todos, ni puede darse a todos." 

Ahora hija mía, quiero decirte otro exceso de mi amor: 

Quien hace mi Voluntad y vive en Ella, viene a abrazar el obrar de mi Humanidad, porque Yo amo mucho que la criatura se vuelva similar a Mí, y como mi Querer y el suyo son uno solo, Él toma placer y recreándose pone en la criatura todo el bien que contengo, y hago en ella el depósito de las mismas hostias sacramentales. 

 

Mi Voluntad que la criatura contiene le presta y la circunda con decoro, homenajes y honores divinos, y Yo todo a ella le confío, porque estoy cierto de poner al seguro mi obrar, porque mi Voluntad se hace actor, espectador y custodio de todos mis bienes, de mis obras y de mi misma Vida". 

 

+ + + 21-16 Abril 16, 1927 

Cómo Nuestro Señor hizo el depósito de su Vida Sacramental en el corazón de la Santísima Virgen. 

Estaba haciendo la hora cuando Jesús instituyó la Santísima Eucaristía, y moviéndose en mi interior me ha dicho: 

“Hija mía, cuando hago un acto, primero veo si hay al menos una criatura dónde poner el depósito de mi acto, a fin de que tome el bien que hago, lo tenga custodiado y bien defendido.

 Ahora, cuando instituí el Santísimo Sacramento busqué a esta criatura y mi Reina Mamá se ofreció a recibir este acto mío y el depósito de este gran don diciéndome: 

Hijo mío, si te ofrecí mi seno y todo mi Ser en tu Concepción para tenerte custodiado y defendido, ahora te ofrezco mi corazón materno para recibir este gran depósito, y dispongo en orden de batalla en torno a tu Vida Sacramental, mis afectos, mis latidos, mi amor, mis pensamientos, toda Yo misma para tenerte defendido, cortejado, amado, reparado; tomo Yo el empeño de corresponderte por el gran don que haces, confía en tu Mamá y Yo pensaré en la defensa de tu Vida Sacramental; y como Tú mismo me has constituido Reina de toda la Creación, tengo el derecho de alinear en torno a Ti toda la luz del sol como homenaje y adoración, a las estrellas, al cielo, al mar, a todos los habitantes del aire, todo lo pongo en torno a Ti para darte amor y gloria”. 

Ahora, asegurándome donde podía poner este gran depósito de mi Vida Sacramental y fiándome de mi Mamá que me había dado todas las pruebas de su fidelidad, instituí el Santísimo Sacramento. 

Era Ella la única criatura digna que podía custodiar, defender y reparar mi acto. 

Entonces mira, cuando las criaturas me reciben, Yo desciendo en ellas junto con los actos de mi inseparable Mamá, y sólo por esto puedo continuar mi Vida Sacramental. 

Por esto es necesario que escoja primero una criatura cuando quiero hacer una obra grande, digna de Mí, primero para tener el lugar donde poner mi don, segundo para tener la correspondencia.

 También en el orden natural se hace así, si el agricultor quiere sembrar la semilla, no la arroja en medio del camino, sino que va en busca del pequeño terreno, lo prepara, forma los surcos y después arroja la semilla, y para estar seguro la cubre con tierra, esperando con ansia la cosecha para recibir la correspondencia de su trabajo y de la semilla que ha confiado a la tierra. 

Otro quiere formar un bello objeto, primero prepara las materias primas, el lugar donde ponerlo y después lo forma. 

Así también he hecho contigo, te escogí, te preparé y después te confié el gran don de las manifestaciones de mi Voluntad, y así como confié a mi amada Mamá la suerte de mi Vida Sacramental, así he querido fiarme de ti, confiándote la suerte del Reino de mi Voluntad”


OFRECIMIENTO DESPUÉS DE CADA HORA.  

Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta hora de tu Pasión para hacerte compañía, y yo he venido. Me parecía oírte angustiado y  doliente que oras, reparas y sufres, y con las palabras más conmovedoras y elocuentes suplicas la salvación de las almas.  

He tratado de seguirte en todo; ahora, debiéndote dejar por mis acostumbradas ocupaciones, siento el deber de decirte “gracias” y un “te bendigo”.

Sí, oh Jesús, gracias te repito mil y mil veces y te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos; gracias y te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra, mirada, amargura, ofensa que has soportado.

En todo, oh mi Jesús, quiero ponerte un “gracias” y un “te bendigo.” 

Ah mi Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de agradecimientos y bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo de tus gracias y bendiciones.

Ah Jesús, estréchame a tu corazón y con tus santísimas manos márcame todas las partículas de mi ser con tu “te bendigo”, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa que un himno continuo de agradecimiento hacia Ti Nuestros latidos se tocarán continuamente, de manera que me darás vida, amor, y una estrecha e inseparable unión contigo.

Ah, te ruego mi dulce Jesús, que si ves que alguna vez estoy por dejarte, tu latido se acelere más fuerte en el mío, tus manos me estrechen más fuerte a tu corazón, tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, a fin de que sintiéndote, rápidamente me deje atraer a la unión contigo.

Ah mi Jesús, mantente en guardia para que no me aleje de Ti, y te suplico que estés siempre junto a mí y que me des tus santísimas manos para hacer junto conmigo lo que me conviene hacer. Mi Jesús, ah, dame el beso del divino amor, abrázame y bendíceme; yo te beso en tu dulcísimo corazón y me quedo en Ti.

 

 

 

 

 

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