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DECIMA HORA. LAS 24 HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO CON LAS REFLEXIONES. Revelación de Jesús a Luisa Picareta.

 LAS 24 HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO CON LAS REFLEXIONES.

Revelación de Jesús a Luisa Picareta.

DECIMA HORA De las 2 a las 3 de la mañana. 

PREPARACIÓN ANTES DE CADA MEDITACIÓN 

Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia, suplico a tu amorosísimo corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las 24 horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de cruz.

 

Ah, dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la hora…

 

Y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante todas las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes, o a dormir. 

Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar.


 JESÚS ES PRESENTADO a ANÁS.

 Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza sobre tu corazón empiezo: 


Jesús sea siempre conmigo. 

Dulce Mamá, sigamos juntas a Jesús. 

Mi Jesús, centinela divino que me vigilas en tu corazón, y no queriendo quedarte solo sin mí me despiertas y haces que me encuentre junto contigo en casa de Anás. 

Te encuentras en aquel momento en que Anás te interroga sobre tu doctrina y tus discípulos; y Tú, oh Jesús, para defender la gloria del Padre abres tu sacratísima boca, y con voz sonora y llena de dignidad respondes: 

«Yo he hablado en público, y todos los que aquí están me han escuchado». (Jn 18,20

Ante estas dignas palabras tuyas, todos tiemblan, pero es tanta la perfidia, que un siervo, queriendo honrar a Anás, se acerca a Ti y te da una bofetada con la mano, tan fuerte de hacerte tambalear y ponerse pálido tu rostro santísimo.

 Ahora comprendo dulce vida mía por qué me has despertado, Tú tenías razón: 

¿Quién habría de sostenerte en este momento en que estás por caer? 

Tus enemigos rompen en risas satánicas, en silbidos y en palmadas, aplaudiendo un acto tan injusto, y Tú, tambaleándote, no tienes en quien apoyarte.

 Mi Jesús, te abrazo, es más, quiero hacer un apoyo con mi ser; te ofrezco mi mejilla con ánimo y pronta a soportar cualquier pena por amor tuyo; te compadezco por este ultraje, y junto contigo te reparo las timideces de tantas almas que fácilmente se desaniman, por aquellos que por temor no dicen la verdad, por las faltas de respeto debido a los sacerdotes, y por todas las faltas cometidas por murmuraciones. 

Pero veo afligido Jesús mío, que Anás te envía a Caifás, y tus enemigos te precipitan por las escaleras, y Tú amor mío, en esta dolorosa caída reparas por aquellos que de noche se precipitan en la culpa, aprovechándose de las tinieblas, y llamas a los herejes y a los infieles a la luz de la fe. 

También yo quiero seguirte en esas reparaciones, y mientras llegas ante Caifás te envío mis suspiros para defenderte de tus enemigos. 

Y mientras yo duermo continúa haciéndome de centinela y despiértame cuando tengas necesidad. 

Por eso dame un beso y bendíceme, y yo beso tu corazón y en él continúo mi sueño.

Reflexiones de la Décima Hora (2 AM) 2-27 Mayo 31, 1899.

 JESÚS SE LAMENTA DEL CONFESOR

Esta mañana, estando en mi habitual estado, mi adorable Jesús ha venido y al mismo tiempo vi al confesor. 

Jesús se mostraba un poco disgustado con él, porque parecía que el confesor quería que todos aprobasen que lo mío era obra de Dios, y casi quería convencer a otros sacerdotes con manifestarles algunas cosas de mi interior. 

Jesús se ha vuelto al confesor y le ha dicho: 

Esto es imposible, hasta Yo tuve contrarios, y esto en personas de las más notables y también sacerdotes y otras dignidades, tuvieron que decir sobre mis santas obras, hasta tacharme de endemoniado. 

Estas oposiciones, aun por personas religiosas, Yo las permito para hacer que a su tiempo pueda relucir más la verdad. 

Que quieras hacerte aconsejar por dos o tres sacerdotes de los más buenos y santos y aun doctos, para tener luz y hasta para hacer lo que quiero Yo en las cosas que se deben hacer, como es el consejo de los buenos y la oración, esto Yo lo permito, pero el resto no, no, sería querer hacer un derroche de mis obras y ponerlas en burla, lo que mucho me disgusta”. Después me dijo a mí: “Lo que quiero de ti es un obrar recto y simple, que del pro y del contra de las criaturas no te preocupes, déjalas pensar como quieran, sin tomarte el más mínimo fastidio, pues el querer que todos sean favorables es un querer desviarse de la imitación de mi Vida”.


OFRECIMIENTO DESPUÉS DE CADA HORA.  

Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta hora de tu Pasión para hacerte compañía, y yo he venido. Me parecía oírte angustiado y  doliente que oras, reparas y sufres, y con las palabras más conmovedoras y elocuentes suplicas la salvación de las almas.  

He tratado de seguirte en todo; ahora, debiéndote dejar por mis acostumbradas ocupaciones, siento el deber de decirte “gracias” y un “te bendigo”.

Sí, oh Jesús, gracias te repito mil y mil veces y te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos; gracias y te bendigo por cada gota de sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra, mirada, amargura, ofensa que has soportado.

En todo, oh mi Jesús, quiero ponerte un “gracias” y un “te bendigo.” 

Ah mi Jesús, haz que todo mi ser te envíe un flujo continuo de agradecimientos y bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo de tus gracias y bendiciones.

Ah Jesús, estréchame a tu corazón y con tus santísimas manos márcame todas las partículas de mi ser con tu “te bendigo”, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa que un himno continuo de agradecimiento hacia Ti Nuestros latidos se tocarán continuamente, de manera que me darás vida, amor, y una estrecha e inseparable unión contigo.

Ah, te ruego mi dulce Jesús, que si ves que alguna vez estoy por dejarte, tu latido se acelere más fuerte en el mío, tus manos me estrechen más fuerte a tu corazón, tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, a fin de que sintiéndote, rápidamente me deje atraer a la unión contigo.

Ah mi Jesús, mantente en guardia para que no me aleje de Ti, y te suplico que estés siempre junto a mí y que me des tus santísimas manos para hacer junto conmigo lo que me conviene hacer. Mi Jesús, ah, dame el beso del divino amor, abrázame y bendíceme; yo te beso en tu dulcísimo corazón y me quedo en Ti.

 

 

 

 

 

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